Por Cecilia Fernández Neira
Periodista
Las mujeres sin duda vamos aprendiendo a ser madres en el camino, a veces a tropiezos, a saltos, a carreras, o como cada una pueda en esta aventura de la vida.
Pero hay madres que deben aprender a ser madres especiales, porque tienen hijos con necesidades especiales, diferentes, con capacidades distintas a las que conocemos. Y no sólo me refiero a las posibles diferencias que se ven a simple vista, como la situación de un niño que no pueda caminar, o con síndrome de down; sino que también de aquellas situaciones que no se ven al primer vistazo.
Me refiero a las madres de niños con autismo, síndrome de Asperger, trastornos sensoriales, o hiperactividad, entre múltiples diagnósticos que para la sociedad a veces son problemas de conducta o despreocupación de la madre.
Lo que no entendemos tan fácil a veces es que ser mamá de un niño(a) diferente te hace, en algunos casos, una madre diferente ante la sociedad.
Estas mujeres deben estar dispuestas a proteger a su hijo(a) sin sobreprotegerlo, a recibir llamados a diario de la escuela o colegio en que estudian, porque se desreguló; o incluso, de apoderados de otros niños que se han visto afectados por alguna acción de tu hijo. Esas madres están dispuestas a andar de carreras al neurólogo, psicólogo, terapeuta, ocupacional, o fonoaudiólogos, entre otros profesionales; lo que hace a estas mujeres tener una vida distinta, y por supuesto, una mirada mucho más profunda de la inclusión y de las oportunidades que da y no da nuestra sociedad.
Estas madres están dispuestas a subirse a columpios, resbalines, camas elásticas, o el juego que su hijo quiera, con tal de que pueda disfrutar como los demás, cuando ningún otro niño quiera jugar con él.
Esas madres están dispuestas a vivir en otro universo, en el que ven la realidad de los demás, aunque los demás no vean la suya; o bien no puedan y quieran comprender el escenario distinto en que se mueven.
Ello, porque en general, se desconocen los detalles de las características de estos niños, por lo que como sociedad tenemos una bella labor: visibilizarlos aún más, para que se les incluya, se les acepte, y sean parte del paisaje de la diversidad humana. Cuando ello ocurra, esta madre especial, dejará de ser especial y será una mamá como todas.
Sin duda no es una tarea fácil ser madre en nuestra sociedad, pero es aún más difícil ser madre diferente, que a diario luchan por hacer entender al mundo que los niños con discapacidades sensoriales o neurológicas requieren no solo ser aceptados, sino también comprendidos, con amor, con la información adecuada, y por sobre todo, que se les otorgue la oportunidad de avanzar, crecer y sociabilizar con sus pares.