Tiempos de debates desquiciados

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Desquiciado es la palabra para referirse a personas que están “alteradas y fuera de sí o han perdido la tranquilidad o la paciencia”. Nada mejor describe el actual estado de cosas en que las posturas extremas dominan los debates, sobre todo en el mundo virtual.

Chile enfrenta la más grande sequía de la cual se tenga registro y, lamentablemente, el aparataje burocrático estatal ha vuelto a hacer de las suyas convenciendo a la opinión pública de que aquello se trata de un problema jurídico. Visto en perspectiva, pareciera que nada ha cambiado desde la época en que las clases gobernantes de la antigüedad junto a sus sacerdotes ofrecían sacrificios a los dioses para cambiar el derrotero de la naturaleza.

No. El problema del agua no se soluciona por medio de la Constitución o una ley, sino a través de  obras, sin embargo las premisas que dominan hoy este desquiciado debate no se hacen cargo de ello, ya que pone por delante el mentado proyecto de ley que en lo concreto, no le suma un solo litro  al sistema.

Aún en tiempos de sequía extrema, el país tiene en su conjunto nueve veces más agua que el promedio mundial, pero para hacer un uso eficiente de ella debemos realizar estudios de prospección y catastros; construcción de embalses; infiltración de napas; desalinización; reutilización; tecnificación del riego; revestimiento de la conducción; y, finalmente, avanzar hacia un ordenamiento institucional que es sólo uno de los múltiples desafíos.

Desafortunadamente, la agricultura ha sido injustamente estigmatizada en medio de este debate alterado y fuera de foco. No existe una dicotomía entre el uso agrícola del agua y el consumo humano de la misma, porque ambos están en definitiva al servicio de la humanidad: ¿o es que acaso alguien cree que el abastecimiento de alimentos es menos relevante que ingerir líquido?

Si bien el Banco Mundial y otras importantes organizaciones de la burocracia global han puesto sobre el tapete la problemática del uso de agua para fines agrícolas, también reconoce que esta actividad seguirá cumpliendo una función fundamental en la seguridad alimentaria mundial. Un estudio hecho por este organismo establece que la producción agrícola tendrá que aumentar en un 70 % para 2050 para alimentar a una población que llegará a los 10.000 millones de personas.

La agricultura, por lo tanto, tiene desafíos en materia de uso de agua, pero es parte central de la seguridad alimentaria y la sobrevivencia de la humanidad y por ello, es desquiciado continuar con la campaña de estigmatización en su contra.

Por Christian Arntz, presidente de la Sociedad Agrícola y Ganadera de Osorno, SAGO A.G.