El estudio revela que el plagio «han traspasado el ámbito del narcotráfico» y puede afectar a «migrantes, disidentes o cualquiera que interfiera con sus intereses».
«Los delitos predatorios o parasitarios tienen sus principales ingresos en el secuestro, la extorsión y la sustracción de menores, donde el primero de estos delitos presenta un aumento progresivo a través de estos últimos años (2022-2024)».
Esos es parte de las afirmaciones contenidas en el informe «Crimen Organizado en Chile» 2025 de la Unidad Especializada en Crimen Organizado y Drogas División de Estudios del Ministerio Público, en el que se da cuenta de que los delitos parasitarios o predatorios son la categoría con mayor incremento de participación relativa en 2024 en comparación con 2023.
A mayor profundización respecto de los secuestros, el estudio concluye que «ha dejado de ser un hecho excepcional para transformarse en herramienta estratégica de las organizaciones criminales».
En el documento se advierte que «ya sea con fines de lucro (secuestros extorsivos), por venganza o ajuste de cuentas, o incluso como método de disciplina interna, el secuestro aporta recursos ilícitos, refuerza la autoridad de los cabecillas y siembra terror como mecanismo de dominación territorial».
Recordando el caso del exteniente venezolano, Ronald Ojeda, quien fue secuestrado desde su departamento por falsos PDI en febrero de 2024 y posteriormente asesinado, se señala que este hecho «reveló hasta qué punto estas prácticas han traspasado el ámbito del narcotráfico: las organizaciones criminales actualmente tienen la capacidad de afectar a migrantes, disidentes o cualquiera que interfiera con sus intereses, e incluso adquieren aristas políticas y transnacionales».
Asimismo, se indica que «en suma, homicidios, secuestros y extorsiones deben entenderse como manifestaciones entrelazadas de un crimen organizado que diversifica la violencia como recurso, desafiando de manera estructural la capacidad del Estado para garantizar la seguridad básica».
Concluye que «el crimen organizado en Chile ya no puede concebirse como fenómenos aislados, sino como un ecosistema articulado que se nutre de múltiples mercados ilícitos, genera un poder económico paralelo y logra sostenerse en el tiempo mediante redes de lavado, corrupción y control social violento. Su presencia simultánea en diversos ámbitos —desde la esquina de un barrio hasta el entramado financiero internacional— muestra un proceso de densificación delictual sin precedentes».
Fuente: Emol.com








